Con el buen tiempo, los madrileños buscan lugares cómodos, agradables y llenos de naturaleza en los que pasar las tardes al sol o a la sombra. Parques como El Retiro se llenan de personas de la misma ciudad y, también, de turistas, por lo que a veces no es una buena opción. Pero no os preocupéis porque hoy os traemos un lugar en el que estaréis igual o más a gusto y, además, es un lujo para los sentidos
Hablamos de la Quinta de la Fuente del Berro, que se encuentra en el distrito de Salamanca. Si aún no lo conoces, ya no tienes excusa para no ir y pasar una tarde tranquila. Se trata de 13 hectáreas, por lo que no hay problemas de espacio, y podemos disfrutar de la naturaleza, del arte, de sus cascadas y fuentes y, por si fuera poco, también hay actividades y mucha diversión para los más pequeños.
En cuanto al horario, varía durante el año, pero en verano está abierto desde las 6:30 horas hasta las 23:00, por lo que tenemos tiempo más que suficiente como para disfrutar.
¿Cómo llegar a la Quinta de la Fuente del Berro?
Si quieres ir a la Quinta de la Fuente del Berro a pasar un buen día, siempre puedes optar por el transporte público. Te dejamos las líneas que mejor os vendrán.
Historia de la Quinta de la Fuente del Berro
Las primeras noticias que hay de la Quinta del Berro, se remontan a la primera mitad del siglo XVII. En 1630 el Condestable de Castilla traspasa la posesión al rey Felipe IV que aloja en la Quinta a los monjes castellanos del Monasterio de Montserrat. El lugar de la Quinta era abundante en aguas. La fuente, elogiada desde siempre por la calidad de sus aguas, servía para el riego de los cultivos de la finca, era también fuente pública y suministraba agua a Sus Majestades.
En 1686, la reina manda que toda el agua que se sirviese para su real persona fuese de la fuente del Berro. Esta fuente, en principio considerada como perteneciente a la quinta por suministrarle sus aguas, era compartida por las personas reales y cualquier vecino. Por este motivo, no estaba en el interior de las tapias de la posesión, sino que se situaba fuera, para poder estar accesible a todo el mundo. El rey Carlos III, ordenó la construcción de una casilla que encerrase la fuente, pasando entonces a llamarse «Fuente del Rey». El agua se conduce hasta el palacio del Buen Retiro.
La siguiente propietaria de la llamada Huerta de la Fuente del Berro fue María Trimiño Vázquez de Coronado que mejoró la finca y aumento su superficie, por lo que es muy probable que sea este trazado el que va a aparecer en un plano de la cartografía de Madrid del último tercio de siglo. Lega la finca en su testamento a la Obra Pía fundada en el Convento de Padres Mercedarios Calzados quién la poseerá hasta 1800.
Entretanto, la fuente seguía siendo objeto de mantenimiento del Real Patrimonio. Hacia mitad del siglo XIX, la finca recaerá una y otra vez en distintas manos, sin que apenas tengamos noticias de las intervenciones por las que pudiera haber pasado. A mediados de siglo, una de las grandes empresas de la reina Isabel II sería la construcción del canal que conduciría las aguas desde el Lozoya.
El 22 de junio de 1932 se propone por Patrimonio Real la cesión de la fuente al Ayuntamiento de Madrid. En los años 20 y 30, la Quinta del Berro pertenecía a un matrimonio holandés, Van Eeghen. Son momentos de esplendor para la posesión, que se encuentra bien mantenida y que con frecuencia es escenario de fiestas de sociedad, a las que llegan a asistir los reyes y la aristocracia de la época
La idea del huerto jardín, latente a lo largo de siglos en la tradición jardinera española, tiene su origen en lo hispano islámico, en el concepto del huerto vergel, en la residencia campestre. El jardín es como el huerto: un lugar de placer y un lugar de cultivo, reflejo de un ideal de vida. La propiedad fue declarada “jardín artístico» por decreto de 31 de julio de 1941.
En 1948 la adquirió el Ayuntamiento. Su superficie en esos momentos era de 79.000 metros cuadrados. En los últimos 50 años se han producido múltiples trasformaciones claramente influenciadas por las modas y el uso público. Aunque permanece el diseño básico del jardín de principios de siglo ha perdido parte de su carácter, manteniendo aún su carácter intimista y siendo admirado por la envergadura de sus ejemplares arbóreos.