Una de las calles más pequeñas y menos conocidas de Madrid es la calle del Codo. Situada en el centro histórico de la capital, en el corazón del barrio de los Austrias, es una calle conocida por su curiosa forma, una característica que la convierte en una de las calles más estrechas y singulares de la ciudad.
Sus escasos metros y su forma, que crea un ángulo de 90º llevaron al Marqués de Grabal a bautizarla con este nombre a principios del siglo XVII, por lo que pasar por ella supone regresar al Siglo de Oro español.
Este pequeño rincón de Madrid se encuentra cerca de la Plaza de la Villa, desde donde se puede acceder a ella. Precisamente conecta esta plaza con la del Conde de Miranda, y alberga un entorno histórico digno de admirar, pues se encuentra en el Madrid de los Austrias.
Justo en la esquina de la Plaza de la Villa está la Torre de los Lujanes, y en esa misma parte de la calle están también la Real Sociedad Económica Maritense de Amigos del País, la antigua Hemeroteca Municipal y la Iglesia del Corpus Christi.
Muy cerca puedes encontrar también en antiguo ayuntamiento de Madrid y la casa de Cisneros, un palacio renacentista. Y si andas un poco más puedes llegar a la Catedral de la Almudena y al Palacio Real, e incluso al Mercado de San Miguel, para descansar y reponer fuerzas mientras te tomas unas tapas.
El secreto que esconde la calle del codo
Este rinconcito de Madrid se caracteriza por una anécdota muy especial, y es que se rumorea que uno de los autores más destacados de la literatura española, Francisco de Quevedo, utilizaba la estrechez y oscuridad de la calle del Codo para orinar en ella cuando volvía de visitar las castizas tabernas de alrededor.
Pero es que además, el escritor seleccionaba siempre el mismo portal. Y los vecinos, cansados de los orines del artista, colgaron un mensaje que rezaba: «No se mea donde hay una cruz». Unas palabras que el literato no solo ignoró, sino que también contestó con su prosa: «No se coloca una cruz donde se mea». Dejando así un recuerdo de uno de los escritores más importantes del Siglo de Oro.
Madrid, ciudad de escritores
Pero Quevedo no es el único escritor que paseaba por las calles de la capital. Bien es sabido que las letras que engloban el siglo de Oro español se formaron entre las calles y las casas de Madrid. En el conocido Barrio de las Letras vivían grandes artistas y escritores de la época como Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina y Luis de Góngora.
Muchos de estos escritores dan nombre a las calles de la ciudad, y debido a que sus viviendas se encontraban en zonas muy cercanas, también le han dado nombre a uno de los barrios más icónicos de Madrid, el Barrio de Las Letras. Es precisamente en este barrio donde se forjó la eterna enemistad entre Quevedo y Góngora.
Quevedo criticaba el estilo culterano de Góngora, al que consideraba oscuro y artificioso, y Góngora despreciaba el estilo de Quevedo. Sus enfrentamientos se reflejaron en muchos poemas satíricos, uno de los más conocidos es el que Francisco le dedicó a su enemigo, diciendo lo siguiente: «Érase una vez un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa».
Pero a pesar de su enemistad, ambos dejaron un importante legado en la literatura española, que todavía sigue estudiando estos ataques como un ejemplo de la rica diversidad de estilos y enfoques que existieron en el Siglo de Oro, una de las épocas más brillantes en cuanto a arte.